lunes, 11 de febrero de 2013

Pruebas Estandarizadas: El caso del SIMCE.

No hay viento favorable para un barco que va a la deriva(Santos Guerra, s.f.,p.1)

Actualmente en Chile como en casi todo los países, se ha vuelto una costumbre evaluar sus Sistemas Educativos a través de pruebas estandarizadas, nacionales o internacionales, como SIMCE, IEA, PISA, TIMMS, etc.

Pero ¿que es una evaluación estandarizada?, podríamos decir que es una evaluación objetiva en la cual cada persona es evaluada del mismo modo, con la intención de proporcionar una comparación "justa" y "equitativa" entre ellas. Pero ésto es erróneo ya que ¿podemos evaluar de esta forma a personas diferentes?. Por ello es que este tema da mucho para reflexionar y pensar, y ésto es lo que pretendo hacer, específicamente sobre una de las evaluaciones más conocidas en Chile, el SIMCE.

El SIMCE, Sistema de Medición de la Calidad de la Educación del Ministerio de Educación de Chile, se instauró a finales de los `80, convirtiéndose en modelo y referente para la mayoría de los países latinoamericanos. Su propósito es contribuir al mejoramiento de la calidad y equidad de la educación, informando sobre el desempeño de los estudiantes en diferentes subsectores del curriculum nacional, y relacionándolos con el contexto escolar y social en el que ellos aprenden (MINEDUC, s.f.).

Pero ¿que es calidad en educación?, no pretendo acá mostrar las diferentes definiciones sobre ello, sólo me quedaré con lo que plantea Cano (1998) para quien calidad en educación "sería el proceso de construcción (...) de objetivos, no sólo referidos a los logros de los alumnos, sino también a cuestiones curriculares y organizativas, a la vida del centro, y el camino que recorremos para lograrlos" (p. 34).

El SIMCE refuerza una visión estrecha sobre la calidad de la educación que se desea lograr, porque plantea monitorear la efectividad del Sistema Educativo para diseñar políticas pertinentes, evaluar la utilización de recursos, detectar sectores más débiles y diseñar estrategias correctivas, todo ello sólo con éste sistema de medición, digo medición, porque en la práctica efectivamente solo "mide" mayoritariamente conocimientos conceptuales, excluyendo, en gran parte, los procedimentales, actitudinales y las competencias básicas transversales, y lo peor es que se desconoce mayoritariamente su estructura, preguntas e ítemes. Esto es importante también porque "ocultar o retener información sobre el contenido de las prueba resulta contraproducentes, pues esa información es condición necesaria para que los profesores puedan mejorar o al menos focalizar mejor su enseñanza" (Eyzaguirre y Fontaine, 1999, p. 6). Esto se contradice con una política de transparencia y claridad de los enfoques de medición. Esto me hace dudar si con esta sola información se pueden tomar decisiones para la mejora de la educación, en términos de aprendizajes efectivos en concordancia con los objetivos generales de la educación chilena de cara al futuro. Más aun uno de los efectos no deseado pero claramente esperable de la aplicación de esta prueba, ha sido la focalización de la implementación del currículum en los contenidos que se miden a través del SIMCE. Por ello "llama la atención que nuestro sistema educativo siga otorgándoles una importancia central en la promoción de la equidad y calidad (...) Al contrario, la evidencia tiende a afirmar que no se ha logrado calidad ni equidad, e incluso se han profundizando estas problemáticas" (Revista Docencia, 2009, p. 5).   

Todas las escuelas quieren evitar la estigmatización y la sanción por sus bajos puntajes, por lo tanto, se enseña lo que se va a medir, perdiendo muchas veces el rumbo de una verdadera educación y de lo que los alumnos realmente deben aprender. Esta situación ha sido reiteradamente comprobada por investigadores y académicos de países donde se aplican pruebas de estas características, llegando a la conclusión que éste tipo de evaluaciones termina siendo un instrumento para clasificar o situar en un ranking a los establecimientos en el mercado.

Ahora bien, cuando aparecen los resultados de esta evaluación se genera toda una discusión sobre si se modificó o no el promedio de ésta u otra área, o si se estrechó la brecha o no entre centros particulares, subvencionados (concertados) o municipales (públicos), que pueden ser datos parciales, focalizados en un sector de aprendizaje y en un nivel de enseñanza. Pero el problema de fondo, a mi modo de ver, es lo que estamos entendiendo por educación y cómo definimos la calidad de ésta. Por ello, a través de ésta evaluación, se empobrece sistemáticamente la formación escolar que se les esta entregando especialmente a los sectores más desposeídos de la sociedad y con ello, se hace una contribución efectiva a la profundización de las desigualdades sociales y culturales existente en Chile. 

Esto porque la política pública que existe utiliza recursos de todos y avála la existencia y mantención de dos “tipos” de educación, muy diferentes entre sí. Por un lado, una para sectores soioeconómicos altos, para la cual existe una amplia gama de proyectos educativos que apuestan a una formación amplia para la que hay recursos económicos, capital social y cultural, proyectos educativos multidimensionales, personalizados, con equipos multiprofesionales y una basta gama de experiencias educativas, donde los resultados del SIMCE son un subproducto de la educación que por todos lados reciben, por ende, subir o bajar levemente puntos es un hecho anecdótico, y que contrasta de manera abismante con la “otra”, para los grupos socioeconómicos desfavorecidos (la mayoría de la sociedad), donde las escuelas presenta encases de recursos económicos, capital cultural y social, como tambien grandes restricciones cada vez mayores, producto de la presión ejercida por el SIMCE, donde estos últimos proyectos educativos, en pos de ésta, apuestan a lo mínimo, sólo a los resultados, restringiendo significativamente la multidimensionalidad y la potencial riqueza de las otras experiencias formativas. Algo similar lo plantea Casassus (2003) cuando afirma "que beneficia a ciertos grupos privilegiados en el marco de un sistema educativo segregado como el nuestro" (p. 24), porque en nuestro país existe una política educativa basada en una evaluación descontextualizada como lo es el SIMCE.

De esta manera se ha transformado esta evaluación en el gran referente que clasifica a las escuelas, "semaforizándolas" según los puntajes obtenidos, catalogándolas como muy buenas, buenas, regulares o malas, con la consecuente estigmatización de ellas por la crítica pública a raiz del alto impacto mediático que se alcanza. A ésta situación debemos añadir que se generan esfuerzos en seleccionar muy bien al estudiantado que ingresa y "botar" al estudiantado considerado "mediocre". De hecho, acciones como éstas caracterizan a buena parte de los colegios, incluyendo a varios con fama de excelencia y exigencia, provocando un círculo vicioso de esta situación.

El suponer que esta semaforización, permite transparentar los resultados SIMCE a los padres, como lo plantea el MINEDUC, olvida el hecho que decir a secas que ésta u otra es una escuela en rojo es una información sin contexto, no hace otra cosa que distorsionar la imagen de una escuela y significa manipular la realidad, ocultando lo que efectivamente hace dicha escuela. El drama de esto es que bajo el pretexto de acortar la distancia con los "de arriba", se limita la vida escolar de los "de abajo", desnaturalizando la labor educativa en toda su amplitud, como si alcanzar a los de arriba en la evaluación fuera equivalente a conseguir calidad en educación, cuando en realidad es todo lo contrario. Indiscutiblemente se empobrece la formación cuando se restringe y funcionaliza. Se transforma así el SIMCE en principio, medio y fin, donde los puntajes han sido exorcizados de su contexto original y parecen decirnos "la verdad" única y fiel de nuestra educación.

A esto debemos agregarle que existe una división en el proceso educacional chileno, ya que por un lado se intenta que el aprendizaje y la enseñanza sean en base al desarrollo por competencias, y por otro, el SIMCE privilegia la medición de saberes. En este sentido, la presencia de este divorcio es una evidencia clara de la incoherencia que aleja la credibilidad de la información obtenida.

Por esto es que creo que una forma de poder mejorar este sistema sería transformarlo en una efectiva evaluación por competencias, con criterios descategorizados, transparentes, contextualizados y coordinados, que garanticen que lo que se quiere evaluar es lo que efectivamente se evaluará. Para así poder formar a estudiantes de manera integral, con formación ética y ciudadana, creativos, que reconozcan, valoren y respeten los DD.HH, con pensamiento crítico y reflexivo etc. Por otro lado, y como punto importante, que permita una retroalimentación verdadera, para facilitar mejorías en el desempeño docente, y así lograr una mejoría en el aprendizaje del estudiantado.

Para ir terminando esta extensa y crítica reflexión (espero que no se sienta fatalista), solo me queda expresar que es necesario y fundamental que tengamos siempre unas altas expectativas en la capacidad de nuestro estudiantado, ya que con éstas podrán tener mayores niveles de logros de sus aprendizajes y del desarrollo de sus competencias. Romper eso requiere convicción y valentía, debemos por ello, en términos Derridianos, deconstruir estas prácticas y ponernos a construirlas de forma diferente.

Para quienes aspiramos a una educación democrática en una sociedad democrática, nos queda seguir la ruta de Mandela, es decir, luchar contra esta forma de Apartheid, disfrazada de un "inocente" semáforo informativo sobre el SIMCE, y la primera tarea de dicha lucha, es hacer público el trabajo educativo de las escuelas mas desfavorecidas, más allá de esta evaluación, es decir, rescatar el aporte sociocultural y ético que hacen estas escuelas.  


Rodrigo
Profesor de Historia y Ciencias Sociales
Licenciado en Educación

Referencias

Cano García, E. (1998). Evaluación de la calidad educativa. Madrid: La Muralla. Consulta: 07 Febrero de 2013. Disponible en: http://www.terras.edu.ar/biblioteca/12/ECPI_Cano_3_Unidad_1.pdf

Casassus, J. (2003). Los sistemas estandarizados de medición: tema en debate. Docencia, 20. 23-24.

Eyzaguirrre, B. y Fontaine, L. (1999). ¿Qué mide realmente el SIMCE?. Centro de Estudios Públicos. Chile. Consulta: 08 Febrero 2013. Disponible en: http://www.simce.cl/fileadmin/publicaciones-BD-simce/rev75_eyzaguirre.pdf

Ministerio de Educación de Chile (MINEDUC). (s.f.). Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE). Disponible en: http://www.simce.cl/index.php?id=288&no_cache=1

Olivares, J. (1996). Sistema de medición de la calidad de la Educación en Chile: SIMCE, algunos problemas de medición. Revista Iberoamericana de Educación, 10. 116-196.

Revista Doccencia. Hacia un Movimiento Pedagógico Nacional. (2009). Estandarización educativa en Chile: Un peligroso hábito. Consulta: 06 Febrero 2013. Disponible en: http://www.revistadocencia.cl/pdf/20100730184208.pdf

Santos Guerra. M. Viento Favorable. Evaluación de Proyectos Educativos Interculturales. (s.f.). Consulta: 04 Febrero 2013. Disponible en: http://www.docstoc.com/docs/47920922/VIENTO-FAVORABLE-EVALUACION-DE-PROYECTOS-EDUCATIVOS-INTERCULTURALES

Para hacernos pensar más....
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