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"Algunos
temen que el desarrollo de competencias desde la escuela lleve a
renunciar a las disciplinas de enseñanza y a poner todo en términos
de competencias transversales y de una formación pluri- inter- o
transdisciplinaria. Nada más falso" (Perrenoud,2006. p. 9).
Uno de los elementos importantes y que en estos días se ha puesto muy en la boca de la opinión pública, tiene que ver con las competencias básicas que requiere todo docente, según Hernández (1999) son
el conocimiento del contenido de su enseñanza y el modo como ese
contenido puede tener sentido para el estudiante, de esta forma el docente debe saber
hablar en un lenguaje comprensible y promover el diálogo con los
estudiantes, es decir, debe saber comunicar y generar comunicación. El docente debe ponerse de manifiesto como quien se pone frente a los
alumnos para mostrar y entregar lo que tiene y quiere, de esta forma el docente debe
plantear y obedecer unas reglas de juego claras en su relación con los
estudiantes y estar dispuesto a discutir esas reglas.
En la misma perspectiva Aylwin (2001)señala que actuamente necesitamos que nos apropiemos del mejor conocimiento disponible sobre la
educación, que tengamos capacidad autónoma para actualizarlo y recrearlo. Pero no se trata aqui de un mero desafío cognitivo, es deseable una vocación y un
compromiso afectivo con una tarea que es social y que tiene que ver con
la formación de personas. Es, finalmente, un desafío práctico que requiere
capacidades. Las habilidades y los desempeños son imprescindibles tanto
como los conocimientos y las aptitudes.
La
gama de tareas del docente incluye la planificación de sus actividades
de enseñanza, teniendo presente las características de los destinatarios
de la educación, las del entorno en que viven y las de la sociedad que
deberán enfrentar. También incluye la capacidad para establecer
ambientes de aprendizaje; la creación de herramientas de evaluación
apropiadas que le permitan, por una parte detectar las dificultades de
sus alumnos y alumnas y, en consecuencia apoyarlos y, por otra parte,
evaluar el efecto de su propia estrategia de trabajo. Finalmente como dice Andreoli (1999) incluye
formar parte constructiva del entorno en el que trabaja, compartir y
aprender de y con sus colegas y otros miembros de la comunidad
circundante.
Es
todo esto lo que hace que la respuesta a la pregunta ¿como debemos actuar? sea más
complejo en tanto que la actuación profesional del docente se realiza en
diversos ámbitos y con diversos sujetos. En el ámbito del aula, su buen desempeño tiene que ver con el acompañamiento responsable y la evaluación profunda de los procesos de aprendizaje; así como con la relación comunicativa y afectiva con todo y cada una del estudiantado.
Con relación a sus colegas, se espera una actuación
de colaboración, de apoyo mutuo y corresponsabilidad tanto respecto a la
diversificación del currículo como a la organización y marcha del
centro.
Respecto a sí mismo, se espera que el buen docente esté permanentemente buscando los mejores medios para crecer profesional y
humanamente.
Finalmente el aspecto que considero más
importante y que la sociedad entera espera que se dé en todos los
ámbitos señalados anteriormente es su comportamiento ético recto y
ejemplar.
Hay comportamientos inaceptables por la ética mínima y
que tiene una probabilidad mayor de ocurrencia, facilitados por la
asimetría de las posiciones de docente y alumno. El desconocimiento del
derecho del alumno de formar sus propias concepciones marca seguramente
que se ha traspasado el límite de lo que nos es permitido a los docentes
dentro de la particularidad del proceso de enseñanza.
Y
mucho más claro, aunque quizá más frecuente en sus formas sutiles, es
el carácter moralmente reprobable del uso que el docente puede hacer de
su poder para experimentar el placer del control. Muchos algunas veces
hemos dudado de si la disciplina o las tareas que exigimos se
justificaban por las necesidades de la enseñanza, o si en ellas mas bien
nos complace la experiencia de nuestro propio poder.
“La falta de este particular deber de virtud del docente amenaza con convertir la enseñanza en un simulacro” (Aylwin, 1999, p.21).
Pero ademas un punto importante dentro de las competencias será el de la reflexión considerada como una competencia instrumental – cognitiva, generadora de valoración de otras competencias y que creo es una competencia elemental para nosotros.
Ésta debería explicitarse en la práctica
considerando características propias del alumnado, dominio de las
disciplinas en las que interviene, dominio de estrategias de evaluación que
retroalimenten el proceso, considerando elementos de configuración de un
clima adecuado, creando instancias de reflexión individual y colaborativas
respecto de los procesos de enseñanza en relación a los procesos de
aprendizaje de sus alumnos.
Además, como parte de un proyecto
personal, es necesaria la reflexión de las acciones, sucesos,
experiencias como una forma de abordar pro y contras, ventajas y
desventajas, debilidades y fortalezas.
Necesaria para aprender a aprender y desaprender lo aprendido según los contextos donde uno desarrolla su práctica docente.
Rodrigo
Profesor de Historia y Ciencias Sociales
Licenciado en Educación
Referencias
Andreoli, M. (1999).La Ética en la Formación y en la Práctica Docente: Enfoques Multidisciplinarios. Quehacer Educativo, 36. Montevideo: Federación Uruguaya de Magisterio. pp. 18-27.
Aylwin, M. (2001). Política de profesores en
Chile. Santiago: MINEDUC.
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Hernández, C. (1999). Aproximaciones a la Discusión sobre el Perfil del Docente.El Salvador. Consulta: 16 Febrero 2013. Disponible en: http://www.oei.es/de/cah.htm
Perrenoud, P. (2006).
Construir competencias desde la escuela. Chile: Noreste. Consulta: 15 Febrero 2013. Disponible en: http://www.riic.unam.mx/01/02_Biblio/doc/29PERRENOUD-Philippe-cap2-Programas-escolares-y-competencias.pdf